
Supongamos que la mezquindad nos secuela.
O que somos tan miserablemente orgullosos que nos creemos dioses que juegan con sus barbas ante la inconsolable inmundicia ambición humana de poseer lo que no es nuestro. Y
¿que nos queda? ¿Echar la suerte o dejar que el destino nos alcance? o bien, dibujarnos en cualquiera del rincón de estas paredes para inventarnos una felicidad hasta aún desconocida o reinventarnos a si mismos con nuevos sueños y nuevas historias que contar.
O solo queda el mundo, la sociedad, el consumismo, el dolo y la crueldad de unos dioses que no sienten la mínima conmiseración por los otros.
Los desamparados.
Helen Herrera.-
iMAGEN:-H.H.